miércoles, 31 de enero de 2024

Performance Ana Frank


(Intervención muy inapropiada de la estatua de Ana Frank).



  

I El mito de Ana Frank.

II El antisemita eres tú.

III La creación del estado de Israel 

y el inicio de la actual guerra en 1948

IV ¿Y ahora qué?



 I EL MITO DE ANA FRANK. 




 

Annelies Marie Frank (Ana Frank) comenzó su diario en junio de 1942, cuando tenía 13 años, y junto con su familia se trasladó a un pequeño ático anexo a un almacén en Ámsterdam. Dos años más tarde, con intención de enviarlo a un certamen, comenzó un borrador revisado eliminando muchas partes del diario original.

Los estudiosos de la obra de Ana Frank han clasificado las tres versiones del diario con las letras A, B y C. La A corresponde al texto original, en el que la adolescente narra el conflicto en primera persona; la B, la reescritura de la propia Ana Frank, meses antes de que su familia fuera descubierta por los nazis, trabajando el texto ya con una asombrosa conciencia de escritora; y la C, en la que entra en juego Otto Frank, con sus correcciones, eliminaciones y posibles adiciones.

Otto Frank, el único sobreviviente de la familia, regresa a Holanda tras la victoria aliada y Miep Gies una de sus protectores, le entrega los diarios y cartas que había conservado. El texto C es el publicado por Otto Frank en 1947 con el título en holandés de El anexo, nombre con el que conocían la buhardilla donde se ocultaban. Incluía en él, partes que su hija había descartado de la versión inicial, incluyendo cartas y otras hojas sueltas escritas por Ana, en una modesta edición de ejemplares que no tardarían en agotarse.

Otto, que era un empresario talentoso y que lo había perdido todo, no tardó en darse cuenta de que el libro era un filón y una vez que el nombre de su hija empezó a ser reconocido, no tardó en preparar las nuevas ediciones con el escueto título de Diario de Ana Frank. El libro no tardaría en ser traducido al inglés convirtiéndose en un superventas y generando a la vez múltiples polémicas sobre su autenticidad.

El éxito de la edición en inglés condujo a una dramatización teatral en 1955 y, finalmente, a la película El diario de Ana Frank. Versiones edulcoradas ambas, para el gusto del público norteamericano y con escándalos por los derechos de autor que terminaron en los tribunales.

En 1957, cuando se enteró de la posible demolición de la fábrica y el escenario de la escritura del diario, decidió comprar la propiedad para convertirla en un museo y unos años después fundaría en Suiza la fundación que gestiona la publicación de los diarios, sus traducciones y todos los derivados.

Su vida hasta su muerte giró en torno a los diarios, la memoria de su hija, la denuncia de la barbarie vivida bajo el nazismo. Y a entablar multitud de demandas contra aquellos que osaban negar su autenticidad.

Aunque no fue esa la actitud de muchos otros supervivientes del holocausto, entre los que había escritores que también dejaron constancia de su trauma en obras de mucha mayor calidad; y otros como Primo Levi, que después de escribir durante años sobre su experiencia terminaría suicidándose; no hay nada que reprochar en la actitud de Otto salvo esa pequeña o gran mentira de su participación en la redacción final del diario y que mantuvo hasta su muerte en 1980.

Y no sería hasta 1995 cuando se publicó la llamada «edición definitiva» del ya celebérrimo «Diario», año en que se restauraron determinados pasajes que Otto había suprimido de la versión que se publicó en Holanda en 1947 y en Estados Unidos, en 1952, y declarándose libro de lectura obligatoria en las escuelas de cada vez más países.

Bajo la legislación europea, los derechos de autor de una obra expiran una vez pasados 70 años de la muerte del   Frank debió haber pasado al dominio público el primero de enero de 2016. Aquello llevó a que Olivier Ertzscheid, profesor de la Universidad de Nantes, publicara en su blog el texto original en holandés, y al mismo tiempo, Isabelle Attard, del Partido Verde francés, lo puso en línea en su sitio web.

Y por supuesto, no se hicieron esperar los reclamos de la Fundación Ana Frank, con sede en Basilea y una nueva controversia legal. Aquí lo que se trataba no era ya la autenticidad o no de los diarios que niegan los negacionistas, sino que conforme a las leyes vigentes, el libro pasara a considerarse de dominio público, con lo que la fundación dejaría de recibir sus pingües beneficios. Y no solo eso, la frase: Diario de Ana Frank es también una especie de marca registrada de la fundación y un enfoque distinto bajo ese título podría perjudicar muchos otros intereses. En la nueva polémica, la fundación no tuvo otro remedio que reconocer a Otro Frank, por cortar, pegar y cambiar, como coautor del libro y merecedor de derechos de autor, y, por tanto, ya que murió en 1980, estos se extenderán eternamente.

Pero más allá de los posibles beneficios económicos, el diario en cuestión entraña otros intereses. Recordemos la frase célebre del célebre caza nazis Simon Wiesenthal al padre de Ana: “El diario de Ana Frank —símbolo de la persecución de los judíos— era más importante que los juicios de Núremberg. Ana representa a la niña inocente (los judíos) atrapada en la maldad (los nazis)”.

El libro, con sus más de treinta millones de ejemplares vendidos y siendo aún de lectura obligatoria en occidente; es un eficaz instrumento de propaganda y recuerdo del Holocausto, un acontecimiento, no lo olvidemos que fue primordial para la creación del Estado de Israel, para su defensa en los conflictos posteriores y para justificar la actitud violenta actual contra el pueblo palestino.

Para finalizar con el tema, recordar esta anécdota de Norman Finkelstein un judío norteamericano autor de “La industria del holocausto”, tachado también de antisemitas, quien en una conferencia se vio interpelado por una joven judía ofendida por sus opiniones: “Mientras mi padre estaba en Auschwitz, mi madre estaba en Majdanek; cada uno de los miembros de mi familia fue exterminado, y es precisamente por las lecciones que mis padres nos enseñaron a mí y a mis dos hermanos, que no voy a ser silenciado cuando Israel comete sus crímenes contra los palestinos; porque considero que no hay nada más despreciable que usar el sufrimiento y el martirio de ellos para intentar justificar la tortura, la brutalidad, la demolición de hogares, que Israel comete diariamente contra los palestinos”.

 

 




Fuentes:

*Benjamin H. Freedman. Eran Elhaik. Shlomo Sand. Maret Halter. Mirolad Pavi. Meir Margalit. Iris Leal. Avi Shlaim. Benny Morris. Ilan Pappé. Dr. Eran Elhaik

Wikipedia

 

 






II  EL ANTISEMITA ERES TÚ




 

Y es muy inapropiada porque Ana Frank, su nombre y el título del diario que se le atribuye, es uno de los principales artefactos de la propaganda sionista y como verán, basados casi todos en la mentira para justificar su aventura colonial en Palestina y todas las barbaridades que ese afán les obliga a cometer; arrojando el insulto de antisemitas a todos los que se atreven a cuestionar su violento proceder. Y este insulto procede de otra usurpación del concepto semita, del que no es ajeno entre otros nuestra RAE.

Para la academia, en su primera acepción del término semita, dice: “Según la tradición bíblica, descendiente de Sem”. Y en una segunda acepción, se lee: “Dicho de una persona: que pertenece a alguno de los pueblos que integran la familia formada por los árabes, los hebreos y otros”. Esto deja bien claro que tanto los hebreos como los palestinos son pueblos semitas y cualquier acto contra ambos debería considerarse un acto de antisemitismo. Pero los tiempos cambian y con ellos el idioma y las definiciones, a menudo de manera interesada.

Después del Holocausto, la academia española, siguiendo una corriente general al calor de los hechos recientes, optó por definir el antisemitismo con estas palabras: “Que muestra hostilidad o prejuicios hacia los judíos, su cultura o su influencia”. Dejando por fuera él: árabes y otros.

Con esa definición en la mano los ultraortodoxos judíos jaredíes de la secta Neturei Karta que no reconocen al Estado de Israel creado en 1948, que queman su bandera, que se oponen a los nuevos asentamientos y que se solidarizan con las víctimas palestinas; pueden ser tachados de antisemitas. Como también decenas de judíos, semitas y azquenazis, académicos, artistas o ciudadanos comunes que dentro y fuera critican las posiciones más belicistas.

Y no, no lo son, son como nosotros antisionistas.

No tenemos nada contra los judíos, las personas que salimos a la calle a protestar por los crímenes del ejército israelí, o al menos, no la mayoría. Sabemos que hay cientos de víctimas del Holocausto que condenan esa violencia, como creemos que lo haría Ana Frank, y cientos de miles de judíos en Israel que también la condenan y lo manifiestan en las calles. Pero el sionismo, que es un monstruo grande y pisa fuerte, tiene el poder económico para crearnos una realidad paralela. Una realidad que les coloca a base de mentiras en el papel de las víctimas.

Desde el 7 de octubre, (otra mentira que nos hace creer que estamos ante una guerra nueva), como desde hace más de setenta años, los verdaderos antisemitas, los que despojan al pueblo semita de los palestinos, los que los expulsan de sus tierras, los segregan en nuevos guetos, los encarcelan, asesinan y masacran son los soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel. El Israel sionista es hoy el principal antisemita.

Con las definiciones del diccionario antes aludidas podrían negar la mayor y decir que se trata de una guerra civil entre población semita, pero aquí entra el factor azquenazi. La mayoría de la población bombardeada por la industria cultural sionista-americana cree que la diáspora del tiempo de los romanos dispersó a los judíos por las riberas del Mediterráneo, unos por el sur hacia la península ibérica (sefarad) y otros por el norte hasta llegar a Alemania (azkenaz) un nombre muy arbitrario para definir al país teutón por el gran número de judíos que se establecieron en algunos de sus länder.

En realidad, Azquenaz es un término bíblico, el nombre de uno de los hijos de Gomer, según la Reina Valera, cuyos descendientes se establecieron alrededor del mar Caspio y que por su retraso cultural la palabra llegó en su momento a convertirse en un sinónimo de bárbaro entre los judíos de Palestina, para muchos siglos después dar el nombre de askenazis a los judíos establecidos en Europa oriental. Judíos de religión pero no judíos étnicos en su mayoría.

El historiador y novelista húngaro de familia judía Arthur Koestler en su libro “La decimotercera tribu”, es tal vez el primero en dar a conocer la historia de los jázaros de forma casi novelada. Fueron un pueblo nómada que en un momento dado decidieron crear un imperio estable en la región del mar Caspio, al sur de una naciente Rusia cristianizada y al norte de un oriente medio musulmán. Como en un cuento de las mil y una noches, rey Bulán deseoso de abandonar su paganismo para convertirse a una religión monoteísta, convocó a su presencia a un obispo, un imán y un rabino para que le convencieran de las bondades de sus creencias antes de elegir una de las tres. Pero tal vez más que los argumentos de las Eminencias convocadas pesaron las razones geopolíticas. Ya que rodeado su floreciente imperio de cristianos al norte y musulmanes al sur, la opción judía le garantizaba una neutralidad entre los posibles enemigos. Fue así como Bulán se convirtió en el único rey judío de esa época y con él, es de suponer que todo su estado y más tarde, la mayoría de sus súbditos. El imperio de los jázaros posteriormente sería disuelto por la expansión de otros imperios y una parte importante de su población se dispersó hacia la hoy Europa oriental, donde surgen los hoy llamados azquenazi.

La paradoja de esta historia es que aquellos jázaros eran tribus arias y lo son también sus descendientes porque sus preceptos religiosos adoptados les impedían contraer matrimonio con personas de otras religiones y los judíos verdaderamente semitas eran una minoría en la Europa oriental invadida por Hitler. Así que los nazis, orgulloso de su supremacía racial, orquestaron todo un demente Holocausto donde la mayoría de sus víctimas eran tan arios como ellos, incluida posiblemente, y por cálculo de probabilidad estadística, Ana Frank, su mito por excelencia.

¿Esto es como decir que el Holocausto no fue un genocidio antisemita sino antijudío? Pues yo no me atrevo a tanto porque no sé qué pasaba por la mente de los jerarcas del nazismo. Ni las implicaciones que tuviera en su momento.

Si no de un antisemita, estás deducciones podrían achacarse a una mente antijudía, pero no. Si duda de estos argumentos, chocantes para una mayoría adoctrinada, deben saber que he recurrido exclusivamente a fuentes judías (asquenazis y sefardíes) que citaré al final, * porque aún hay más.

 






Fuentes:

*Benjamin H. Freedman. Eran Elhaik. Shlomo Sand. Maret Halter. Mirolad Pavi. Meir Margalit. Iris Leal. Avi Shlaim. Benny Morris. Ilan Pappé. Dr. Eran Elhaik

Wikipedia

 




III LA CREACIÓN DEL ESTADO DE ISRAEL

Y EL INICIO DE LA ACTUAL GUERRA EN 1948

 

 




Después de la derrota del nazismo, los europeos fueron testigos de la magnitud del Holocausto. Las fotografías y los documentales que filmados en el mismo momento de la liberación de algunos campos de concentración, pusieron ante los ojos de los europeos las imágenes de un infierno inimaginable y ese shock opacó al resto de las víctimas de la contienda. A los millones que habían muerto en ambos bancos y a otras minorías y a los civiles alemanes que estaban sufriendo una represión injusta. Y de esa desgracia sobredimensionada o no, sacó beneficio la ideología sionista.

En un principio la ideología sionista fue articulada por Theodor Herzl, su fundador en el siglo XIX, a partir de ideas ya expresadas por otros pensadores y rabinos. Consistía básicamente en crear un Estado judío que fuera capaz de brindar protección a esta población ante el embate histórico del antisemitismo que periódicamente surgía en Europa oriental con especial virulencia en la Rusia zarista. Aunque los países del occidente no estuvieran libres de esa culpa antisemita.

Herzl nació en una familia de la burguesía judía emergente en el Imperio austrohúngaro. Creció en un ambiente confortable, liberal y laico. Era lo que se entendía por un judío asimilado. Un judío integrado en la vida cultural del imperio y que proponía que esa debería ser la actitud de los judíos estuvieran en el país que estuvieran y que es una ideología que aún persiste en una gran parte de los judíos en la diáspora.

Pero su estancia en Paris cubriendo el Caso Dreyfus para un periódico vienés le hizo cambiar de actitud al ver las manifestaciones antijudías después de ser sentenciado y degradado injustamente el capitán. Entendió que era imposible combatir el antisemitismo en Europa y la opción era crear ese estado judío lejos de allí. Adoptó entonces el sionismo y se convertiría en su líder indiscutible hasta su muerte. Su figura hoy está tremendamente satanizada por la deriva extremista de sus sucesores. En su obra programática “El Estado Judío” escribía: “No es necesario decir que debemos tolerar respetuosamente a la gente de otras religiones y proteger su propiedad, su honor y su libertad con las más severas medidas de coerción. Esta es otra área en la que debemos mostrar al mundo entero un magnífico ejemplo…” Y en su novela Altneuland (La vieja nueva tierra) previó que los no judíos tendrían los mismos derechos que los judíos en una democracia. Nada más alejado de los preceptos actuales.

Herzl murió en 1904 y a pesar de sus intentos al más alto nivel dentro de los imperios británico y otomano en franca hostilidad, no pudo obtener un acuerdo para trasladar a los judíos europeos y fueron escasos los que con fortuna realizaron la travesía. No sería hasta después de la Primera Guerra Mundial, con la derrota del imperio Otomano y la administración de esa parte de su territorio por los británicos, que se firmaría la Declaración Balfour que en palabras de Arthur Koestler era algo así como: “Una nación promete solemnemente a una segunda el territorio de una tercera”. Pero aunque el idilio entre sionistas y británicos se rompió unos años después, las olas migratorias fueron constantes y en aumento desde entonces, llegando a una Palestina habitada por árabes, cristianos y judíos que hablaban todos en árabe y no entendían el yiddish de los nuevos judíos recién llegados.

Era la segunda llegada de los judíos a la tierra prometida. Recordemos que los orígenes remotos de la religión judía hay que situarlos en Mesopotamia, en la Ur de Caldea, donde nació Abraham, posiblemente hacia el año 1800 a.C. y que después de la promesa de Yahvé, se encaminó a la tierra prometida en Canaán donde desarrollaron su historia hasta la época de Jesús, la Palestina Romana, conviviendo con otras tribus y de donde serían expulsados por los romanos allá por el año 70 d. C.

El hebreo era la lengua de Abraham y si la comunicación con Yahvé no fue telepática, esa fue la lengua en que hablaron. Según la etimología bíblica, hebreo significa: “el que viene de la otra orilla”, y hace referencia al río Éufrates que cruzaron para llegar desde Ur a la tierra de los cananeos.

Una lengua que llegó a extinguirse, reduciéndose su uso solo a la liturgia en la sinagoga; recordemos que el judío Jesús y sus apóstoles predicaban el evangelio en arameo.

Así que los nuevos pobladores de la Palestina tuvieron que resucitar el hebreo como una labor principal para poder entenderse entre ellos en el estado por construir. Los judíos locales que convivían con los palestinos hablaban el árabe, los procedentes de Europa oriental de origen jázaros hablaban el yiddish (una derivación del alemán de la época con palabras hebreas y eslavas) y los sefardíes el idioma de su país de procedencia, además de esa joya que es el ladino o español de la baja edad media, que se llevaron de España al ser expulsados por los Reyas Católicos.

Y mientras se afanaban en esas labores alfabéticas, seguían llegando más judíos que empezaban a organizar las bases de lo que sería el nuevo estado. Se iniciaban entonces los conflictos con la población local palestina, que ya empezaba a ver una amenaza a su preponderancia y su soberanía, y también con las autoridades británicas, que veían el incumplimiento de los acuerdos adoptados en su momento.

Es en ese contexto dónde se produce la victoria de los aliados con la llegada de los rusos a Berlín. En el continente devastado, destruido por esa larga y cruenta guerra, donde muchos no tienen que comer ni un techo que les cubra; las imágenes que empiezan a ver en los periódicos y en las pantallas de los cinematógrafos, les presentan la realidad de “otro” al que le ha ido mucho peor, y entre los ciudadanos y los políticos empieza a fomentarse el sentimiento de la culpa.

Cualquier cosa que se haga por el bien de ellos, de las verdaderas víctimas, será bien visto y aceptado por la población. Los sionistas lo saben y aceleran sus labores diplomáticas a la vez que las militares o terroristas, pues ese es el nombre que se da al grupo sin estado que rompe el monopolio de la violencia. Es cuando se escucha tal vez por primera vez la expresión de acto terrorista para describir las acciones de los judíos contra las tropas de ocupación británicas. La Declaración Balfour vuelve a la palestra. Los acuerdos diplomáticos se aceleran en las nuevas Naciones Unidas y pese a la oposición de los países árabes, se acuerda la partición de Palestina en dos estados: uno judío y otro árabe. Los sionistas, aprovechan la resolución para proclamar de manera unilateral el Estado de Israel después de la salida del último soldado británico por David Ben-Gurión el 14 de mayo de 1948.

Acto seguido, los estados árabes vecinos y aliados de los palestinos, Egipto, Siria, Irak, Jordania y Líbano le declaran la guerra al nuevo estado de Israel. El conflicto se resuelve de manera breve por un ejército judío que no hizo, sino adelantarse a los acontecimientos y fruto de esa victoria, toma una cuarta parte más del territorio que el plan de la ONU le asignaba, promueve la migración masiva de nuevos judíos europeos y expulsa a los palestinos de sus tierras. Es otra de las grandes mentiras del sionismo que durante años mantuvieron la versión de que los palestinos derrotados abandonaron sus tierras por su propia voluntad o alentados por los vecinos árabes en contienda.

Hoy historiadores de universidades israelís han publicado, y siguen haciéndolo, documentos desclasificados que prueban las órdenes emanadas de las más altas instancias, ordenando la expulsión de todos los palestinos del territorio israelí, impidiendo su retorno como ordenaba la ONU. La Nakba, que significa catástrofe o tragedia en árabe, es como denominan los palestinos a esta acción que se inició antes de 48 y proseguiría después, causando miles de muertos y desplazando de manera forzada a más de 750.000 palestinos con el objetivo de impedir la creación de un estado palestino que cobijara y defendiera sus derechos. La tragedia o catástrofe palestina, la Nakba, no ha tenido un final, sino distintos niveles de intensidad. Porque el objetivo declarado del sionismo es la limpieza étnica, todo un territorio para un solo pueblo. Dejando de lado los delirios de los sionistas revisionistas que hablan del Gran Israel.

Urge parar el genocidio y evitar la diáspora de los gazatíes como objetivo prioritario. Después será una ardua labor pensar en la solución de dos estados tras la violencia desatada. Pero no queda de otra. 

 

                     

 





Fuentes:

*Benjamin H. Freedman. Eran Elhaik. Shlomo Sand. Maret Halter. Mirolad Pavi. Meir Margalit. Avi Shlaim. Benny Morris. Ilan Pappé. Iris Leal. Dr. Eran Elhaik

Wikipedia

 

 

  

IV ¿Y AHORA QUÉ?

 

 

 




 

Desde 1948 año de la fundación de este estado cuasi teocrático de Israel donde en muchas ocasiones se mezclan la raza, la religión, el idioma y la ideología, su configuración étnica ha sufrido un cambio considerable.

La hegemonía askenazí en Israel que empieza a consolidarse de manera progresiva desde el final de la primera guerra mundial con la llegada de los sionistas de ideología socialista y cuyo representante genuino podría ser David Ben Gurion el fundador del partido Mapai ha cedido terreno ante la inmigración de judíos orientales o sefardíes y el auge demográfico de los ultraortodoxos.

Israel es un país marcado por las castas de origen. Los socialistas del Mapai de procedencia europea relegaron a los judíos que vivían en Palestina y hablaban árabe en los años de la fundación del estado y lo hicieron aún más con los miz rajíes que eran los judíos que procedían de los países árabes vecinos que se vieron relegados casi como ciudadanos de segunda clase lugar que abandonarían con la llegada de los falashas hace 30 años procedentes de Etiopía. Estos judíos negros se integran en el ejército y la policía para abandonar su posición marginal.

Esa facción azkenazi ha perdido su superioridad demográfica pero sigue siendo la élite gobernante del país. Lo que si ha cambiado notablemente es su ideología. El socialismo de los kibutz y el milagro agrícola es cosa de la historia.

Empezó a serlo después de la guerra del Yom Kipur que a pesar de la victoria militar se convirtió en una derrota sicológica en medio de la guerra fría y sobre todo después de la caída del muro de Berlín. La mayoría de los nuevos migrantes procedentes de la Europa oriental y Rusia eran y son profundamente anticomunistas y eso alteró aún más la fisonomía política del país.

Israel ha cerrado los ojos a su complejidad étnica y religiosas, y a su pasado. “Ha ninguneado la historia a su antojo”, como dice el historiador judío Meir Margalit.

En el Knéset, su parlamento, en este atípico país sin constitución se multiplican y se destruyen infinidad de alianzas circunstanciales entre partidos sin ideología que solo actúan en defensa de sus intereses de casta.

Incluso entre los movimientos religiosos existe una separación por origen: Unión de la Torá y el Judaísmo agrupa a los askenazíes, mientras el Shas recibe el voto de los jaredíes orientales o sefardíes.

Y en ese río revuelto el miembro de la realeza askenazí Benjamín Netanyahu, se ha convertido en el pérfido príncipe de Maquiavelo que ha encadenado tres triunfos sucesivos en las urnas convirtiéndose en casi un dictador al servicio de intereses de una minoría y sobre todo exteriores.

En ese contexto se pueden entender mejor los sucesos que antes del 7 de octubre tenían al país al borde de una guerra civil.


Y en eso llegó Hamás... y se comenzó la destrucción.

 

 





Fuentes:

*Benjamin H. Freedman. Eran Elhaik. Shlomo Sand. Maret Halter. Mirolad Pavi. Meir Margalit. Iris Leal. Avi Shlaim. Benny Morris. Ilan Pappé. Iris Leal. Dr. Eran Elhaik

Wikipedia

 

 

 



lunes, 1 de enero de 2024

Que trabajo nos cuesta ser demócratas.

 


I


Solemos decir que la democracia no consiste en votar cada cuatro años, sino que es una labor de todos los días para mejorar la sociedad en qué vivimos y sobre todo mejorar la situación de aquellos a los que les va peor; a los que como se dice ahora: se van quedando atrás.

En Argentina el número de esos que se iban quedando atrás alcanzaba cifras astronómicas, los últimos datos en la gestión del anterior gobierno hablan de más del 60% de familias argentinas por debajo del índice de pobreza. Esos eran los atestados del candidato Massa, un político trepador que en los últimos 20 años se había puesto todas las camisas ideológicas posibles (lo que incluye la antiperonista al lado de Macri y la peronista con Alberto Fdez.) sin perder esa sonrisa encantadora del típico psicópata. El psicópata marxista en la acepción grouchesca del término: "Estos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros".

Tenía otros principios maravillosos para el próximo cuatrienio, pero no estaba dispuesto a aplicarlos como actual ministro de economía con medio país pasando hambre. No sé cómo les suena esta frase a los que ahora y aquí en Costa Rica desde las trincheras dela izquierda están ejerciendo el escatológico derecho del berreo contra Milei y su motosierra.

En esto se ha convertido la democracia representativa que occidente trata de imponer en todo el mundo. "No nos representan" corean las masas en las manifestaciones contra sus políticos o ante los foros de los G7, G20, Davos o Bilderberg. Pero cuando llega un proceso electoral como este último en tierras australes, y cuando llega una segunda vuelta electoral con dos candidatos que representan los mismos intereses de los grandes grupos de poder financiero global, entonces nos ponemos una de las camisetas y como borregos salimos a dar la "vida" por una de las opciones aunque vivamos a miles de kilómetros.

Ninguno de los dos candidatos, Milei o Massa representa los intereses de ese 60% de familias pobres de Argentina. O no los representa por encima de los intereses de las oligarquías que los colocan en el poder. Son simplemente dos opciones que desde el poder hegemónico presentan dos modelos distintos para que esos niveles de desigualdad y pobreza no lleguen a ser una amenaza para esa democracia que representa los intereses de los más ricos. Hace unas décadas los argentinos tenían las cosas más claras y salieron a las calles al grito: "que se vayan todos".
Hoy, casi la mitad de ellos siguen embaucados por una élite de testaferros políticos que en su momento secuestraron el peronismo como un artefacto de ingeniería social para intentar recuperar el statu quo.

Y no, no se fueron todos, no se fue casi nadie. La innombrable casta política que llevó a la república al borde del colapso sigue ahí y ahora es invitada por el nuevo presidente que ayer la execraba para que lo ayuden a ejecutar el nuevo plan de ajuste que pagarán sobre todo los pobres que votaron a uno y otro de los candidatos. Que parte de la pantomima no acabamos de entender. Los argentinos han elegido presidente (los apologetas de la democracia dicen que el pueblo nunca se equivoca) y lo han hecho por un amplio margen por un candidato que advirtió de las medidas draconianas que se habrían de tomar. Y se están tomando; y los que presumen de demócratas aquí y allá no tienen más que respetar el resultado de las elecciones.

El resultado de esa democracia representativa, de la que son cómplices sobre todo esa nueva izquierda progresista que antepone al hambre y la miseria, los derechos de unas minorías sacadas de la chistera de una agenda importada del exterior para no afectar sus bolsillos. Y también una mayoría de dirigentes sindicales como los que retrató Fernando Solanas en su excelente documental "Memoria del saqueo". Un saqueo que vuelve a estar a la vuelta de la esquina incrustado en ese extenso y excelente Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) que no es un invento nuevo del loco de la motosierra, sino una figura legal e inconstitucional por la que el Poder Ejecutivo se inmiscuye en el Legislativo.

Y es notable porque está derogando leyes de viejísimos dictadores como las de Onganía el golpista que acabó con el peronismo de la primera fase, o las de Videla que puso fin a la restauración del peronismo con María Estela de Perón y dio inicio al genocidio. Leyes que por cierto no incomodaron en lo más mínimo a los nuevos gobiernos democráticos, incluidos los del kirchnerismo.

¿Y ahora qué? ¿Hay que salir a la calle con la cacerola en mano como un nuevo acto del sainete convocados por los perdedores que quieren preservar sus prebendas? ¿Hay que esperar a que Milei termine de hacer el trabajo sucio que le han encomendado y entonces aprovechar el regreso del péndulo para subir otra vez al usufructo del estado y de las migajas? ¿Hay que seguir siendo los comparsas de esta representación donde los actores principales siempre son elegidos por el dueño del teatro?

 

II

 

A veces se escuchan palabras como refundación. Pero refundar, ¿quiénes y con qué herramientas? Los causantes de la debacle financiera del 2008 también hablaron de la refundación del sistema financiero y seguimos estando como estamos. En este caso, refundar la democracia (y no hablamos solamente de la argentina) es una tarea titánica. ¿Quién ha de encargarse de ponerle el cascabel al gato? El pueblo, por supuesto, debería ser el encargado. El pueblo al completo. La ciudadanía con mayor poder económico y la que no tiene ninguno. Los arrogantes letrados y los humildes que ni siquiera tuvieron la posibilidad de escolarizarse. Demás está por decir a estas alturas que hombres y mujeres, pero no exclusivamente mayores de 18 años, porque esa democracia refundada a que aspiramos, debe ser imaginada por los más jóvenes que serán los encargados en un futuro de disfrutarla.

Pericles hace más de 2500 años en su oración fúnebre a los soldados caídos en la guerra se vanagloriaba de la democracia ateniense. Ellos habían sido los inventores de la democracia con sus defectos iniciales. Una democracia participativa y directa donde quedaban excluidas de participar las mujeres, y los esclavos y extranjeros. Pero una democracia sin partidos políticos ni sufragio universal en la que la mayoría de los cargos se elegían por sorteo, entre ciudadanos ricos y pobres, sin posibilidad de que el postulado pudiera renunciar a su obligación republicana y por un periodo de un año para evitar la profesionalización. Y hago énfasis en estos dos últimos puntos porque son el origen en todas las democracias actuales de la formación de esa tan cacareada casta que como un cáncer ha carcomido la esencia democrática. Y lo ha hecho hasta tal punto que hay muy pocos ciudadanos que puedan imaginar una democracia hoy, sin esos partidos y esas elecciones.

Los votantes que aún participan donde la participación es un derecho y aquellos que lo hacen por imperativo legal, casi todos son conscientes que al final el candidato o partido vencedor lo es en gran medida por los apoyos económicos conseguidos para la realización de la campaña. Que el dinero manda y que más importante que el programa electoral en sí, es el marketing y la empresa trasnacional que fabrica al ganador.

Lo que no muchos conocen son otros pasos anteriores. Como teoría política desarrollada por el sociólogo Robert Michels ya hace más de un siglo y conocida como la ley de hierro de la oligarquía en su libro “Los partidos políticos”. Que viene a describir como se genera esa burocracia de compadrazgos en los partidos, permitiendo que lleguen a la dirección de los mismos esa casta que se corrompe para anteponer sus intereses de clase personales a los de los electores. Y otro autor interesante es Michael J. Sandel que en el 2020 publica “La tiranía del mérito” que en gran parte de la obra va explicando cómo se forman esas elites en los partidos políticos que terminan siendo una clase o grupo muy distinto a los ciudadanos a los que dicen representar.

Creo que son dos insumos muy importantes para entender esa desafección ciudadana; ese "no nos representan" que está de tanta actualidad.

Hay que pensar mucho, leer mucho también y analizar muy profundamente la coyuntura antes de embarcarse en esa trampa que puede llegar a ser un proceso constituyente.








lunes, 13 de marzo de 2023

Bukele y la democracia populista

 




Etimológicamente, democracia significa el poder del pueblo, pero como "pueblo" no es un todo categórico, sino una amalgama llena de matices hemos, convenido de manera casi unánime que democracia es el gobierno de o para las mayorías. Y como definición no está nada mal.
Pero solo es eso una bonita definición que no llena ni de lejos las aspiraciones de esas mayorías.

¿Y cuáles son esas aspiraciones? Maslow, fundador de la psicología humanista, y creador de la famosa pirámide, formula en su teoría una jerarquía de esas necesidades humanas y defiende que conforme se satisfacen las necesidades más básicas, los seres humanos desarrollan necesidades y deseos más elevados en el escalón superior de ella.
Así que en la base de esa pirámide y en la realidad, las mayorías de cualquier democracia aspiran a satisfacer las necesidades básicas de alimento, ropa y cobijo. Creo que todos podemos estar de acuerdo con él.

A medida que uno va ascendiendo en la pirámide, sus aspiraciones se van ampliando y se van haciendo cada vez más sofisticadas, pero sobre todo surge el deseo innato de no perder la posición adquirida. Es el origen del pensamiento conservador, se perciba uno de izquierda o de derecha. Por encima de toda ideología y espiritualidad, ese egoísmo es parte del sentido común o mayoritario. Nadie quiere perder los privilegios que esa posición favorable en la pirámide confiere. Todos queremos mantenerlos si no acrecentarlos para nosotros y nuestros descendientes.
Y eso, aun siendo conscientes de que esa cómoda posición se sostiene sobre las injusticias en la base de la pirámide donde sigue habiendo personas que literalmente se mueren de hambre. 
La sociabilidad, y eso lo digo yo, es la habilidad adquirida de mirar hacia otro lado y "tirar palante". Y esa peculiar sociabilidad también se extiende hacia las capas más bajas de la pirámide, no vayamos a idealizar. Es la dura y darwiniana lucha por la supervivencia.

¿Qué me he alejado mucho de Bukele? Pues no tanto si considero que muchos, muchos en mi entorno, parecen temer que se esté incubando un Bukele en su vecindario. En ese entorno donde nos preocupamos tanto por cosas tan abstractas como la libertad y el derecho. ¿La libertad y el derecho de quién?
No nos engañemos, no queramos mirar para otro lado con esas poses progresistas. Nuestra estabilidad en la pirámide depende de que sigan pasando esas cosas en el subsuelo. Por eso a Bukele se le ve y se le juzga dependiendo de la posición desde la que emitimos el juicio.

Vivimos en sociedades inmensamente desiguales e injustas. Bukele no es el responsable de ello, aunque sea como nosotros, como ustedes que tanto le critican, beneficiario de ellas. Su carrera política la inicia en el FMLN llegando a ser alcalde de San Salvador, momento en el que por discrepancias políticas es expulsado del partido. Y cuando llega a la presidencia lo hace con el principal objetivo de acabar con la delincuencia. Y como los habían hecho antes los gobierno precedentes inicia unas negociaciones con las maras, reduciendo significativamente los niveles de violencia.
Esas negociaciones oficiosas fueron muy contestadas por sus compatriotas, lo que no deja de ser normal en una sociedad democrática. Lo que es más anormal es que el propio Departamento del Tesoro de USA se inmiscuyera en un asunto interno de El Salvador como ya lo había hecho con el tema del Bitcoin, una vez más la sombra del Imperio apareciendo sospechosamente.

En ese clima de tensiones políticas internas y externas ocurre el fin de semana sangriento de marzo 2022, donde se cometen 76 homicidios atribuidos a las maras y que ocasionaron el estado de excepción y todo lo que ahora se cuestiona. La historia de esa "matanza" está aún por escribir y entre tanto hay muchas conjeturas respecto a la misma. 

Ese hecho fue el detonante necesario para declarar el estado de excepción que a juzgar por las apariencias puede ser renovado durante todo el mandato de presidente.
Desde entonces, miles de salvadoreños han sido detenidos y encarcelados y se han producido múltiples violaciones de derechos humanos y detenciones arbitrarias que serían como los daños colaterales de esta guerra interna contra la delincuencia organizada o contra una parte de ella. Contra la que operaba en esa base de la pirámide, convirtiendo la vida de los salvadoreños pobres en un verdadero infierno. Y son esos ciudadanos que se sienten liberados por su carismático presidente los que le dan su respaldo en las encuestas de opinión. La gran mayoría que hasta ahora estaba soportando los rigores y la violencia de los mareros.

A nosotros, los que en El Salvador y fuera de él, estando en los escalones por encima de esa base caótica, nos cuesta entender la situación, nos percibamos de izquierda o derecha, porque como escribí antes, nuestra sociabilidad nos impide ver lo que ocurre ahí abajo. No se trata de estar con o contra Bukele o con o contra el próximo líder populista que surja. Se trata de ver con objetividad y hacer algo al respecto y con urgencia, porque la olla común sobre la que se asientan nuestras sociedades postsocialdemocratas está a punto de explotar.