Pareciera
increíble pero una de las cosas más importantes que hemos logrado en estos
miles de años de civilización, es algo tan sencillo como un rollo de papel
higiénico. Si a cualquiera le piden que enumeré las posesiones más queridas que
alberga en su hogar, es probable que se olvide del. Pero también es seguro
que si le privan a usted de uno solo de esos objetos materiales, su vida
seguiría como si tal. No así si le quitan el papel higiénico.
Haga memoria, seguro que en alguna ocasión, en pleno proceso de evacuación, se dio cuenta que el rollito estaba acabado, si no es usted un pandereta, seguro que se le escapo una conocida blasfemia, y después la obcecación mental, sobre todo si en ese momento esta evacuando en cancha contraria.
Los estrategas de las guerras
económicas lo saben y por eso le dan al papel, el papel que se merece. En los
manuales de las agencias pertinentes que organizan esos conflictos, en el
capítulo de organización de la escasez, el papel higiénico está por encima de
los alimentos. Así ocurrió en el Chile de Allende y ocurre ahora en la
Venezuela post-chavista. Es inimaginable creer que una economía como la
venezolana sea incapaz de producir el papel que sus ciudadanos necesitan, el
papel está y los enemigos del proceso democrático revolucionario que son entre
otros los productores y distribuidores del mismo, se afanan por desviarlo de
los comercios hacia el mercado negro donde nunca falta y su valor se
multiplica.
Han pasado muchos años desde el
derrocamiento de Salvador Allende y los manuales de guerra económica se han
perfeccionado. En aquel entonces muchos empresarios chilenos estuvieron
perdiendo cuantiosas sumas de dinero y lo hicieron con gusto con tal de
librarse del enemigo, hoy los enemigos del chavismo están teniendo pingues
beneficios mientras participan en esa guerra de acoso y derribo. Es tan
lucrativo el negocio de acaparar productos de primera necesidad haciendo colas
para luego revenderlo en el mercado negro que incluso circulan por las
ciudades, volantes donde explican el modo de proceder y al final muchos
venezolanos por razones económicas participan no de la conspiración sino del
negocio. Este “bachaqueo” que así le llaman en Venezuela alcanza magnitudes
exorbitantes en las zonas fronterizas con Colombia y más temprano que tarde
ahora que se ha puesto fecha a las elecciones, dicha frontera no tendrán más
remedio que cerrarla.
Lo dicho, cerrando el círculo,
esta sociedad de consumo capitalista nos ha legado la excelsa libertad de
limpiarnos el culo perfumada y placenteramente *.
* Que malacrianza, llamar a las
cosas por su nombre como si fuera Camilo José Cela