miércoles, 29 de mayo de 2019

¿Hay que lamentar siempre la muerte violenta de un periodista?






Siguiendo las directrices del peor periodismo amarillista he escogido ese título tan largo para mejor atraer su atención. Y obligado a contestar la cuestión, sin claroscuros, sin medias tintas, sin irme por los cerros de Úbeda del periodismo políticamente correcto; mi respuesta es NO. Y es no, porque ese adverbio tan categórico de la pregunta, no me deja otra opción.
Pero una cosa es no lamentar una muerte y otra bien distinta, desearla. No le deseo la muerte a ningún periodista ni a nadie y mucho menos una muerte violenta y lamento la muerte de casi todos los periodistas. Si uno echa una ojeada a los informes de Reporteros sin Fronteras verá que hay demasiados casos dramáticos como para no acongojarse. Una parte importante de periodistas asesinados en el cumplimiento de su trabajo lo han sido en países en guerra. Como no recordar el caso de Juantxu Rodríguez el fotógrafo español asesinado impunemente en Panamá por soldados del ejército invasor, para demostrar que incluso en el frente de batalla las muertes de periodistas no son siempre fruto de los accidentes.
La otra parte son los asesinatos de periodistas en países que “oficialmente” no están en guerra y entre los que destaca el país azteca. Estos periodistas, colaboradores o blogueros que mueren en el ejercicio de su profesión, son valientes que se enfrentan a los poderosos, sean narcotraficantes, políticos corruptos o empresarios que los financian. A veces su espíritu heroico les lleva a descubrir y señalar culpables donde la justicia obsecuente no ha querido llegar. Y esos culpables, suelen ser implacables en la defensa de su delito. ¡Cómo no lamentar esas muertes! ¿Entonces?
Da la casualidad que no todos los periodistas están cortados por ese mismo patrón. Casi la mayoría se convierten apenas salen de la universidad en meros funcionarios de la información, aspirantes a hacer carrera en los emporios mediáticos locales o trasnacionales y para ascender en ese escalafón, solo sirven los periodistas complacientes a los intereses de los propietarios de los mismos... Según esta personal hipótesis, alguien dirá entonces que la libertad de expresión no existe, a lo que contestaría que difícilmente lo encontraran en esos medios. CNN, DW, BBC en esas y en otras grandes corporaciones hay excelentes profesionales que tienen toda la libertad de expresión para hablar de deportes, cultura-entretenimiento, ciencia y tecnología e incluso cierto ámbito de la política local e internacional. ¿Entonces?
Y de nuevo la pregunta recurrente. Para cada vez menos personas ha dejado de ser un secreto que los grandes consorcios mediáticos, esos que generan las noticias y marcan la agenda a los demás, están cada vez más concentrados en un pequeño grupo de propietarios que lo son al mismo tiempo de las entidades financieras y grandes trasnacionales. Tienen la propiedad de los grandes medios privados directamente, al ser dueños de la mayoría de sus acciones y de los públicos al ser los financistas de los partidos políticos que gobiernan en las democracias de occidente. Esto nos lleva a la conclusión de que tienen el poder de crear la realidad en la que vivimos. A aquellos que se quedan por fuera y tienen la herramienta de las redes para oponerse a esa homogeneidad informativa, se les coloca la etiqueta de conspiranoicos o fakes (que los hay) y en consecuencia ya se legisla globalmente para su efectivo control, en defensa de la LIBERTAD DE EXPRESION.
Todos recordamos cuando en la Asamblea General de la ONU el militar y Secretario de Defensa de EEUU Colin Powel aseguró que Irak tenía armas de destrucción masiva. Podría haber dicho que la tierra era cuadrada, y sin aportar ninguna prueba casi todo el mundo le creyó. Hoy después de 16 años y de más de un millón de muertes sabemos que todo era falso. La mentira para cumplir el precepto de Goebbels y convertirse en “verdad” necesitó repetirse un millón de veces, y para ese trabajo están los medios de comunicación, hablados e impresos, que la repitieron hasta la saciedad. Todo ese genocidio iraquí quedó impune así como quedaron impunes los cómplices que lo propiciaron. ¿Habrá que lamentar la muerte violenta o no de los que participaron conscientemente en esa matanza? Sabemos que Powel, como Bush o Blair o Aznar son elefantes demasiado grandes como para sentarlos en el banquillo de los acusados, pero no podríamos intentarlo con sus acólitos.
Bucear en las hemerotecas nos sirve para ver las firmas de los que de manera insistente repetían la mentira iraquí. Editoriales anónimos, noticias de agencia tergiversadas y utilizadas para para sustentar la apología de la guerra, columnas de redactores y periodistas, politólogos y opinólogos al uso, faranduleros y tertulianos conmovidos por una crisis humanitaria que occidente con su bloqueo previo habían generado, aparecen sobre el papel casi amarillento. Han pasado 16 años y hoy esas mismas caras y esas mismas firmas aparecen de nuevo como una versión repetida, pero esta vez para demonizar a un gobierno y un país mucho más cercano y que habla nuestro idioma.
Venezuela tiene las más grandes “reservas probadas” de petróleo del mundo, esta es una verdad que se maneja en las redes pero no siempre aparece en los noticieros “generalistas”. No interesa que el público que recibe la dosis pertinente de programación mediática vea esta noticia y vaya a sacar sus propias conclusiones. Como pensar que una vez más, la guerra contra Venezuela es una guerra por petróleo, por sus recursos, una guerra de rapiña. Y sin embargo el guión parece calcado.
Desde que se iniciara el proceso bolivariano con Chávez y una vez muerto él, la oposición política local no ha visto la ocasión de revertir por la vía democrática dicho proceso al socialismo. Un proceso que priva a los Estados Unidos y a los consorcios de poder trasnacional que lo gobiernan del recurso petrolero en el momento que más lo necesitan. Descartadas las urnas se recurre a las cañoneras.
La guerra no convencional de los Estados Unidos ha sustituido a los groseros golpes de estado a que recurriera antaño en este hemisferio, porque los tiempos cambian y hoy, salvo en casos excepcionales, resultarían grotescos y de mal gusto. El Manual (ATP 3-05.1) de sus Fuerzas Armadas o el Manual Sharp, su versión civil y comercial sugestivamente titulado “De la dictadura a la democracia” son las herramientas utilizadas ahora como lo fueron en Irak, Libia, Ucrania o Siria. Ambos incluyen una fase previa que es la guerra de información. Podría decirse que es la fase no letal de ese golpe suave y posmoderno disfrazado de revolución ciudadana. Esa guerra tiene por objeto desprestigiar y deslegitimar al gobierno democrático o no que se quiere derrocar. Y ese desprestigio legitimará las siguientes medidas que serán de carácter económico (bloqueo comercial, incautación de cuentas y activos del país en el exterior, aplicación extraterritorial de las leyes del EEUU, etc.) y que si cobran vidas entre la población más vulnerable, aunque estas víctimas sean invisivilizadas en los medios de comunicación aliados de la causa.
Venezuela se encuentra ahora en esa fase de los manuales. La guerra económica empieza a tener victimas cuantificables (se empieza a citar la cifra de cuarenta mil muertos producto de la misma) pero los medios callan, como callan ante esos niños que van a perder la vida al no poder ser operados porque los fondos para pagar esos gastos hospitalarios están congelados por bancos internacionales que también se aprovechan de las circunstancias. Como no recordar el montaje de las incubadoras desconectadas por los “mengeles” al servicio de Sadan Husein y no pensar en las incubadoras desconectadas tras el ataque cibernético a la red eléctrica venezolana, disfrazado por los sicarios mediáticos como una falla debida a la incompetencia de servicio venezolano. Estos no son montajes, son casos probados y probables ante un tribunal cuando llegue el momento.
¿Habrá que lamentar la muerte de los periodistas que son cómplices en esta guerra mortal? Habrá que lamentar la muerte de un Jaime Bayly que desde su programa en Miami, aboga todas las noches por el golpe y la intervención militar, por los bombardeos y el exterminio de los chavistas (la mitad de los venezolanos en el mejor de los casos). Mi respuesta vuelve a ser NO. Y no se trata de un linchamiento contra todos, pero hay que poner coto a la impunidad y sentar responsabilidades, a cada cual en su justa medida.
Personalmente he iniciado mi lista negra (negra porque ese es el color del bolígrafo con que la escribo) de los periodistas que desde los medios locales que frecuento se están apuntando a la infamia e invito a los lectores de estas líneas a que empiecen a hacer lo mismo. Algo así como el medio, el título, el autor y la fecha. Un memorial de los infames que tal vez llegue, ese es mi deseo, a una especie de Tribunal Russel de los periodistas.
Ese es mi afán y haré lo posible porque este escrito llegue a las manos de los periodistas honestos y significados que puedan llevar adelante la iniciativa en defensa de una verdadera LIBERTAD DE EXPRESIÓN libre de sicarios de la información al servicio del mejor postor.