viernes, 26 de abril de 2024

El último de Filipinas




(Último año en CCSB).
 I *

Un amigo que sabe tanto o más que yo de las cosas que pasaron en la Casa Bolívar (tanto porque yo le contaba mis experiencias o más porque el tenía otras fuentes) me ha convencido para que escriba estás líneas y las haga llegar a la mayoría de los compañeros que desde el primer momento de la toma de la embajada nos hicimos presentes en la residencia para defender esa propiedad del estado venezolano.

Para mí han sido más de cuatro años de vivencias y resistencias diversas. Digamos que unos cuatro meses más o menos de lucha contra el enemigo externo que acechaba desde la embajada frente a la casa y tal vez más de un año contra el enemigo interno e invisible a los ojos de ustedes.

Es por eso que estás líneas se van a circunscribir a ese último periodo sin demasiado rigor cronológico para no tener que recurrir en exceso a los vídeos y pantallazos del wasap.

Está última resistencia de la que hablo comienza cuando un día recibo una llamada de una persona de las que habían estado desde el principio en la defensa de la residencia. Me dice que sabe de muy buena fuente que se está intentando vender la propiedad de manera fraudulenta y que yo como residente de la casa aunque no esté en nada, voy a quedar como cómplice. El asunto era serio y había dos razones para estar preocupado: una por la propiedad en sí y otra por la responsabilidad que me pudieran achacar. 
A la semana siguiente en un día en qué cancelé mi salida de la casa y estaba de guardia en la caseta, llegaron dos personas en un Mercedes a una reunión con don Álvaro. Informé y les dejé pasar hasta que aquel y Radha (Gladys Ordóñez Puertas) llegaron y unos minutos después todos salieron a hacer un recorrido exhaustivo de la propiedad. Estaba confirmándose así la sospecha de la venta y el soplo que me dieron. Las visitas de esos posibles compradores se hicieron asiduas y a veces llegaban en solitario ya que en una ocasión dejaron en la casa el Mercedes en qué viajaban por unas avería. Creo que ese episodio duró más o menos un mes. En ese tiempo me reuní con la persona que me había avisado y otras dos de las que defendieron la casa al principio para ponerles al corriente de lo que estaba pasando y ante el riesgo de lo que se avecinaba realizamos un plan en el que llegaron a estar involucradas seis personas. 
Este consistía en qué en el momento en qué don Álvaro y Radha nos avisarán de que la venta se iba a concretar y que tendríamos que dejar la casa yo les avisaría y una noche se produciría una retoma de la residencia desacatando la autoridad de D. Álvaro, haciendo un comunicado para los compañeros que estuvimos desde el principio y con el propósito de no salir de la casa hasta que no llegara una autoridad de la Cancillería de Venezuela.
Poco después de un mes D. Álvaro con Radha reunió a los tres compañeros que seguíamos en la casa y nos comunicó que el plan de venta se había abortado y que todo había sido un intento fraudulento de vender la casa y culpaban de ese intento a Eduardo Medina y a Edgar Lugo un militar venezolano que era quien "administraba" la casa desde Nicaragua. 
Yo sabía por un amigo común que Medina estaba por Guanacaste y llevaba casi un año sin venir a San José y de Lugo, con el que trate de comunicarme sin éxito por correo electrónico, supe que tenía impedimento de entrada a Costa Rica. Es por eso que deduje aquello del enemigo interno y a partir de entonces la permanencia en la casa no fue ya un camino de rosas.
Para las personas que seguían llegando a la casa semanal y ocasionalmente no es ningún secreto que la salud de D. Álvaro se iba deteriorando cada día más y eso era algo que el mismo nos reconocía para evitar que por su pérdida de memoria inmediata nos fuera a quedar mal. Así que eximiéndolo a él de responsabilidad en ese intento de fraude, todas las sospechas indicaban a la usurpadora de la carpintera como la llamaba con mucho rencor uno de los compañeros.

Gladys Ordóñez P. es la única persona que en este largo cuatrienio ha lucrado con la propiedad y desde las famosas narcofiestas de aquel nefasto Halloween lo hizo en solitario. De los miles de dólares que le entraron aquel fin de semana repartió como un viático 150 $ a los tres compañeros vigilantes y no invirtió ni un cinco en las necesarias reparaciones que la casa iba necesitando y con las que había justificado la realización del evento. Durante todo ese tiempo había un ingreso fijo del alquiler de tres oficinas con que se pagaban los recibos de luz y agua. Y quincena si, quincena no, había alguna actividad que le suponía un buen ingreso por concepto de alquiler. Desde eventos más o menos culturales que organizaban las embajadas de Rusia y Nicaragua, hasta ceremonias rituales de los Hare Krishna que convertían la casa en un templo, pasando por bodas y quince años. Y una actividad más discreta como ocasional Bed and Breakfast con conocidos de ella.
En ese último año tuvieron lugar las elecciones con el aparentemente peor elegido en lo que se refiere a un posible restablecimiento de relaciones diplomáticas que era lo que casi todos deseábamos.
Pasados los nublados del día y los primeros meses de gobierno estaba claro que no se restablecerían las relaciones y que seguiríamos cuatro años más al resguardo de la propiedad y creo que solo para la usurpadora, ese era un horizonte satisfactorio porque la convivencia entre los custodios estaba empezando a deteriorarse en parte por la falta de disciplina y la desobediencia a las normas establecidas, ya que don Álvaro hacía dejación de sus obligaciones por motivos de salud y mis compañeros no aceptaban la autoridad de Radha (Gladys Ordóñez P.) precisamente por sus manejos. Y en ese contexto pereció surgir otro proyecto en la mente empresarial de la administradora. Está vez y con la colaboración de uno de los grupos de solidaridad con Nicaragua se pretendía convertir la casa en una especie de bailongo para la comunidad de simpatizantes sandinista que ya habían celebrado algún evento con algo de folklore, bastante comida y tragos en exceso. Como Radha suponía que ese giro no sería de nuestro agrado y tampoco de los asiduos visitantes de la Casa Bolívar, maquinó un plan para deshacerse de nosotros y aprovechando nuestras desavenencias internas nos colocó a otra compañera: Aidée, como nuestra supervisora que no tardó en imponernos un horario que no se le hubiera ocurrido ni al patrón mas libertario teniendo en cuenta además, que nosotros no contábamos con goce de salario. Coincidimos los tres en qué dicho horario era como una invitación a jalar y yo le pedí a Aidée otro horario más humanitario. Y ante la falta de respuesta nos hicimos uno más llevadero que nos obligaba a cada uno a estar dos días completos en la casa. 
Unas semanas después y no recuerdo con qué escusa detonante, Gladys Ordóñez P. nos envió un whatsapp al grupo dándonos 15 días para marchar. Por suerte don Álvaro pasó como una hora después sin llegar a entrar y le hable de mensaje; con resignación aceptó mi petición de un mes más por lo menos. Al día siguiente a Fabio no le fue tan bien porque le exigió a Gladys la carta del preaviso y está con cajas destempladas le dijo: "mañana mismo te vas" y dos días después privado del uso de la cocina, del internet y de las llaves del portón, se fue como un perro humillado por todos.
Aunque en ese momento el escenario era distinto, yo no me preocupe de buscar un apartamento, porque no era mi intención marchar y dejarle el campo despejado. Otra vez recurrí a los otros compañeros y esta vez el plan fue algo distinto; se trataba entonces de una vez en la casa ese grupo de seis personas con una falsa alarma de que el enemigo de siempre merodeaba la casa, se hiciera una convocatoria de emergencia y se celebrara una asamblea para con todos, tomar una decisión. Y también esa vez las circunstancias no hicieron necesario ejecutar el plan.

Un día al salir don Álvaro Montero y Gladys Ordóñez en el coche se detuvieron en la caseta y me dijeron que si quería hacerlo me podía quedar, que en el fondo yo era el único en qué podían confiar y que si aceptaba, no le dijera nada a Atula. Me imaginé que el motivo era que no habían conseguido a nadie que nos sustituyera y por eso me hacían la propuesta. Pero había algo más, unos días después me enteré que Gladys iba a viajar a Venezuela por razones familiares y después de la salida de Atula llevaron a la casa a un compañero para ayudarme pero que en realidad se tomó el asunto como si fuera un huésped más. 

Antes de ese viaje de Gladys y con la excusa de que me había salido un trabajo en Guanacaste fui yo quien viajó a Nicaragua con la intención de hablar con Edgar Lugo con tan mala suerte que ese mes se encontraba de vacaciones en Caracas. Expliqué en la puerta cuál era el motivo de mi llegada y poco después me hicieron pasar para hablar con el embajador, el Sr. Arrué. Le conté a él con todo lujo de detalles, como aquí, lo que estaba ocurriendo en la residencia para que trasladara la información a Edgar o a quien correspondiera en la cancillería y se me trasmitiera alguna instrucción porque yo no podía seguir en las labores de custodia en las condiciones en que estaba. El embajador que estuvo muy cordial en todo momento me dijo que aunque no era de su competencia lo que ocurría en Costa Rica y dada la gravedad de los hechos, que informaría al Canciller y me pidió como así hice, que le trasmitiera toda esa información en un correo electrónico para adjuntarlo. 

De regreso en la casa fueron pasando las semanas y no recibía la mínima instrucción esperada. 

La usurpadora se fue para Venezuela y no recuerdo si durante el viaje o poco después se produjo la noticia de que la oposición venezolana le retiraba el apoyo a Guaidó y con ello se terminaba el interinato. 

Eran muy buenas noticias para mí, porque intuía una pronta reanudación de las relaciones y la posibilidad de abandonar la casa en presencia de un funcionario del gobierno de Venezuela. Por otro lado se eliminaba la opción de la "bailanta" y auguraba días tranquilos. Poco después se anunció el intercambio consular y más tarde a la persona designada. Aquí vino el último intento de la usurpadora de la Carpintera de sacarme de la escena; un día se me acercó para decirme que la cónsul designada estaba por llegar y que como venía con su familia sería bueno que empezara a buscar un lugar para irme antes de que llegarán y no afectar así su intimidad. Que ya luego ella me llamaría para que los conociera. Yo tenía la pretensión de prolongar mi estadía hasta ese día con razonables escusas para no provocar algún tipo de tensión o conflicto pero afortunadamente tampoco fue necesario porque la cónsul avisó su llegada con sólo un día de anticipación. Y a Gladys Ordóñez sólo le quedó la opción de llamar a otros dos compañeros (José Valverde y Oscar Boschini) para hacerle creer a la cónsul que éramos nosotros tres quienes habíamos estado esos cuatro largos años realizando las labores de custodia. 

La noche en que llegó la cónsul con su esposo y la vicecónsul, de manera razonable por desconocer la ciudad, el barrio y la casa, nos pidieron que nos quedáramos un tiempo más al cuidado de la propiedad ya en una condición de trabajadores con un salario y tal vez con la posibilidad de una contratación permanente en esas labores. 

Pero esa es otra historia de los dos últimos meses que ha de ser mucho más corta que esta. 



II



El viernes dos de junio llegaron de Venezuela la cónsul general Gladys Molina, su esposo Juan de Dios y la cónsul María González. De entrada tras las presentaciones no tardé en darme cuenta de la burbuja de falsedades en qué Gladys Ordóñez Plaza los había envuelto, ya que se dirigían a nosotros como si los tres fuéramos los que habíamos estado esos cuatro años en la casa. Ante la mención de algunas incongruencias yo sentía en mí las miradas de los compañeros como tratando de descubrir alguna reacción, pero yo di por bueno todo lo dicho en espera del momento de las aclaraciones.
Y dos noches después cenando juntos en la cocina, les di mi versión de esos cuatro largos años de cuido y del papel negativo de Gladys Ordóñez. Me pareció que la estupefacción era real, daban la impresión de haber caído en paracaídas en un terreno desconocido y di por supuesto que mi viaje a Nicaragua y mi conversación con el embajador Arrué no había servido de nada. El día siguiente le pasé los correos electrónicos enviados e imágenes de pantallazos de WhatsApp como pruebas de lo conversado. Doña Gladys me dijo más tarde que le parecía todo muy lamentable, que de momento todo seguiría igual porque la presencia de G.O. por todos los contactos que ella tenía le resulta necesaria en esos momentos. También me dijo que nuestra permanencia como guardas no era fácil, que ella iba a hacer lo posible con Caracas y que en caso negativo trataría de conseguirme algo a mí. Le dije que un trabajo fijo como guarda no era despreciable y lo aceptaría, pero que mis pretensiones no fueron otras que llegar a “entregar” la residencia a un funcionario de la Cancillería. 
A partir de ahí vinieron casi dos meses de trabajo incómodo y excesivo, haciendo de guarda y de todo lo demás con otro compañero y viendo un tratamiento de la cónsul no muy socialista y bolivariano con el personal que llegaba. A nosotros se nos dijo que cobraríamos cuando llegara el dinero de Venezuela cuando estaba más que claro que el dinero estaba allí y que todos los trabajos que se contrataban (alarmas, cercas de seguridad, cámaras) se pagaban de contado. Yo no estaba con necesidades económicas, pero mi compañero si y cuando llevábamos 42 días pidió permiso para ir tres días a Nicaragua (19 de J) con la esperanza de que le dieran un pequeño adelanto y lo que le dijo la cónsul es que esos tres días se le descontarían, cuando nosotros ya habíamos convencido el intercambio de esos días.
Y a los cuarenta y tantos días, justo en el momento en que las obras de seguridad estaban listas (el portón eléctrico fue la última) se nos avisó que había llegado una comunicación de Cancillería para que desde ese día se nos diera de baja y se nos pagará, como si nuestros dólares hubieran llegado por internet. Cuando me dieron la liquidación pregunté por la posibilidad que se me había ofrecido y la cónsul me dijo que aún quedaba por cubrir una plaza de jardinero y que en esa ella si podía decidir y que haría lo posible para que se me diera; también me dijo que no había problema en que me quedara en el dormitorio hasta tanto no sé avisara de la llegada de nuevos funcionarios.

Me imagino que G.O. que llegaba por la casa con frecuencia estaba al corriente de todas estas interioridades y no sé si también estaba al corriente de la información que yo había dedo sobre ella. Imagino que sí o que lo suponía y como es norma en ella no dejaba de intrigar.
En agosto llegó a Costa Rica una compañera mexicana para promocionar la Caravana de Bolívar a Zapata por la libertad de Álex Saab y me contactó. Yo además de vigilante en la casa, soy artista plástica y me apunto al performance de denuncia política y social. La idea de la caravana era hacer un plantón ante las embajadas USA todos los 18 de cada mes y como ella no estaría en Costa Rica, el siguiente 18 le propuse que lo hiciéramos antes. Se reunió con la cónsul para ver si el consulado le daba algún tipo de apoyo logístico y a esa reunión se presentó G.O. al parecer con una actitud muy negativa. Aunque en esa reunión no se me mencionó para nada, G.O. no tardó en enterarse de mi participación y avisó a la cónsul. Dos a tres días antes del evento llegó Juan de Dios a hablar conmigo a la caseta de guardia de la posibilidad de quedarme como jardinero diciendo que ellos tenían en mucha estima mi colaboración y que harían todo lo posible por conseguirlo. A continuación pasó a decirme que yo tendría que poner algo de mi parte y sacó a relucir el tema de mi activismo. Enseguida vi por donde iba y le hablé del plantón programado y entonces escuché lo que nunca hubiera esperado de un venezolano chavista. Opinaba él e imagino que era la opinión de la cónsul que esos actos no servían para nada, que esos temas se manejan muy arriba de manera que nosotros no entendemos, y que incluso podían ser perjudiciales. Yo insistí en qué ya estaba comprometido y que no podía fallar y le tranquilicé diciendo que a esos eventos, yo, por diversas razones iba disfrazado.
Al día siguiente del plantón donde siete personas nos congregamos con distintas pancartas y sin banderas de Venezuela, fue la cónsul María González quien se acercó a la caseta para decirle que había visto el vídeo y que eso esa muy inconveniente para todos. Aceptó que no me reconocía, pero que ellos (los gringos) sí y que les podría perjudicar. Yo le dije que se quedara tranquila porque estando en la casa no iba a volver a participar en ningún otro evento. Lo decía con total convencimiento porque había decidido marcharme, ya que la jardinería no era para mí y menos en ese ambiente. Pero no tuve la oportunidad de irme por mi cuenta en buenos términos porque ella me dijo (otra mentira) que debía dejar el dormitorio porque estaban por llegar unos compañeros venezolanos.
Así que al día siguiente dejé la casa y pasé página con un mal sabor de boca. 









* Para que quede claro que no pretendo medallas ni quedar como el salvador del inmueble, es el momento de mencionar a María Farias. El personal de Guaidó en otros países se dedicó a robar cuanto pudo del patrimonio del estado venezolano en esos lugares.
En Costa Rica creo que cometieron el error de tomar la embajada (edificio alquilado) en lugar de tomar la residencia del embajador que sí era del estado venezolano. Y por las razones que fueran, la embajadora Farías fue al Registro de la Propiedad para hacer una anotación en la escritura del inmueble que impidiera cualquier venta o hipoteca. Es gracias a eso que la residencia se mantiene como propiedad del estado venezolano.